Hacia una nueva concepción de la práctica teatral I

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En este texto, y en una segunda parte, hablamos del cambio del teatro tradicional al teatro moderno y repasamos figuras como Artaud, Luigi Rusolo o Hugo Ball, claves en este período.

Debemos comenzar situándonos a finales del siglo XIX cuando el teatro comienza a ser considerado como un Arte. La pintura, la escultura y la arquitectura habían ido adquiriendo la categoría de arte a partir del Renacimiento, cuando dejan de ser juzgadas como un mero trabajo artesanal. A finales del XIX el teatro había llegado a su máximo apogeo con el desarrollo de la ópera y gozaba de gran estima entre las clases sociales dominantes. De forma paulatina, la figura del director teatral y del dramaturgo habían ido adquiriendo una mayor importancia y reputación. En 1876 tuvo lugar uno de los grandes hitos del teatro, la construcción del Teatro del Festival de Baviera [1] dedicado a la representación de las obras de Wagner, construido y concebido por el propio compositor. Esta construcción supuso la total integración de escenografía, música, drama y arquitectura. Comienza a configurarse el teatro como una obra de arte global. Ahora, el teatro es entendido como espectáculo [2].

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El interior del teatro, durante la primera representación del Anillo del Nibelungo, en 1876.

Un factor determinante para el cambio del teatro fue precisamente su tardía incorporación a la categoría de arte. Tal y como nos dice Jose Antonio Sánchez [3], esto facilitó que “el actor y/o el director escénico tuvieran menos dificultades para entrar y salir de él (del ámbito estrictamente teatral), para situarse en los bordes, para aceptar propuestas de hibridación”.

El teatro, al igual que todas las artes, estaba siendo objeto de una gran institucionalización a finales del siglo XIX y principios del XX. Contra la institución y sus reglas se levanta el nuevo teatro, que hace ver por primera vez al espectador que el teatro es un espacio de ficción e ilusión, y lo muestra abiertamente. Este cambio es también propiciado por la aparición de la fotografía y fundamentalmente del cine. Esta misma transformación la había sufrido la pintura, que tras la fotografía abandona paulatinamente la mímesis caminando hacia la abstracción. El teatro comienza a optar por una no ocultación de los mecanismos que se construyen en torno a él, deja de ser sinónimo de espectacularidad para acercarse cada vez más a la realidad. Esto conlleva abandonar la verosimilitud fingida, romper las reglas espaciales y temporales. Renuncia al virtuosismo y al preciosismo a favor de un “mal acabado”.

El teatro mira y habla por primera vez directamente al espectador, ya no finge su soledad, es consciente que está hecho para ser mirado y se prepara para tal fin.

Los movimientos de vanguardia son los primeros en proponer nuevas propuestas teatrales, ligadas especialmente al futurismo, al dadaísmo y más tarde al surrealismo. Con ellas, va emergiendo toda una nueva terminología que las defina. El término “teatro” ya no era adaptable a las prácticas innovadoras por considerarlo sinónimo de tradición y burguesía. Van apareciendo términos como veladas, acciones poéticas musicales y visuales, happening, performances, artes vivas, teatro postdramático, teatro en el campo expandido o teatro sin teatro. Uno de los términos más difundidos actualmente es el de performance. Fue acuñado por el lingüista John L. Austin [4] en 1955 para referirse a expresiones que implicaran en su uso lingüístico una acción, “decir algo es hacer algo” dice Austin. De la teoría lingüística pasó al terreno de la teoría artística hacia la década de los noventa gracias a la obra de Judith Butler en su artículo de 1988 Performative Acts and Gender Constitution: an Essay in Phenomenology and Feministe Theory. Tanto Austin como Butler consideran los actos performativos como “una realización escénica ritualizada y pública” [5].

Traje cubista

Hugo Ball en el Cabaret Voltaire recitando su poema, 1917

Durante el período de las vanguardias se abandona el teatro como lugar para conquistar nuevas áreas como el cabaret o music-hall, el circo o el teatro de variedades [6]. Uno de los grandes paradigmas de la ocupación del cabaret es el Cabaret Voltaire fundado en 1916 por Hugo Ball en Zurich. El Cabaret Voltaire se convirtió en lugar de reunión del grupo dadaísta, donde tenían lugar las primeras acciones que buscaban ante todo la provocación del espectador. Esto mismo perseguían los futuristas, quienes llegaron incluso a hablar del placer de ser abucheado [7]. La provocación y el escándalo se convierten en dos elementos idiosincráticos de las nuevas acciones teatrales, usados para un único fin: la participación activa del espectador.

El nuevo teatro inicia su camino separado de la literatura, separado del drama. Tal y como defendía Georg Fuchs en su obra La revolución del teatro, escrita en 1909. Fuchs antepone el movimiento y la música a la palabra, para él el teatro es la “multitud festiva” [8]. Esta concepción del teatro es también sustentada por Gordon Craig para el que las palabras habían perdido parte de su significado convirtiéndose en un instrumento que no hacía más que evidenciar la falsedad del teatro, tal y como afirma en esta frase: “Las palabras son el instrumento más fácil e inmediato para mentir” [9]. Los nuevos directores teatrales se centran en el cuerpo y la música como trasmisores del mensaje teatral. Esta apuesta por la visualidad teatral se vio materializada, por ejemplo, en el teatro expresionista caracterizado por el uso de la gesticulación, la mímica, los silencios, los balbuceos, las exclamaciones, que cumplían igualmente una función simbólica. Igual simbolismo adquirió la escenografía, otorgando especial relevancia a la luz y el color, y recurriendo a la música e incluso a proyecciones cinematográficas para potenciar la obra [10]. Los futuristas, por su parte, llevaron a cabo una mecanización del cuerpo asociada a la música de ruido. Para Luigi Russolo el ruido nació en el XIX tras la invención de la máquina, antes solo reinaba el silencio. Con la Revolución Industrial el ruido triunfa y domina soberano sobre la sensibilidad de los hombres y ya forma parte indisoluble del hombre moderno y de su música [11].

Luigi-Russolo

Máquina de ruido. Luigi Russolo

Notas al pie:
[1] El Bayreuther Festspielhaus. Fue concebido y creado por el propio Wagner.
[2] Tal y como dijera Ortega y Gasset “El teatro es por esencia, presencia y potencia, visión, espectáculo” en ORTEGA Y GASSET, J., Idea del teatro (conferencia dada en Lisboa en 1946)
[3] SÁNCHEZ J.A.: El teatro en el campo expandido. Quaderns portàtils, Barcelona, 2008. Pág. 4.
[4] FISCHER-LICHTE E., Estética de lo performativo. Madrid, Adaba, 2011.
[5] Ibídem.
[6] SÁNCHEZ J.A., La escena moderna. Manifiestos y textos sobre el teatro de la época de las vanguardias. Madrid, Akal, 1999.
[7] Título de un manifiesto escrito por Marinetti.
[8] FUCHS G.,“Die Revolution des Theaters”. En SÁNCHEZ J.A., Op cit. Pág.  9.
[9] CRAIG G., “El arte del teatro”. En Ibídem.
[10] Maldonado Alemán, Manuel (2006). El Expresionismo y las vanguardias en la literatura alemana. Madrid, Síntesis. 2006. Pag 137-140.
[11] RUSSOLO L: El arte de los ruidos. Manifiesto Futurista. Milán, 1913. [Documento de Internet disponible en: http://www.uclm.es/artesonoro/elarteruido.html. Consultado el 27/8/2013]